Etiquetas

Vistas de página en total

sábado, 4 de diciembre de 2010

Control De Esfínteres




UN RETO QUE VA MÁS ALLÁ DE DECIRLE ADIÓS AL PAÑAL


Escrito por:    Diana Carolina Cárdenas Sua
                       Escuela Maternal


“¿Qué es control de esfínteres?”, pregunté. “Control de esfínteres es cuando el niño ya no usa pañal y va solo al baño”, respondió el papá. Esta respuesta de un padre de familia de la Escuela Maternal demuestra una de las concepciones más arraigadas del control de esfínteres; una concepción que yo misma como maestra tenía, pero que con el paso del tiempo en la experiencia con los niños y las niñas ha sido replanteada, reconstruida y resignificada.

Después de tres años y un poco más de estar inmersa en el trabajo frente a este tema he logrado encontrar que el control de esfínteres empieza por ser un proceso en el cual los niños y las niñas exteriorizan su voluntad y su propio deseo por hacerlo, en la medida que hay un medio social sano, una madurez cognitiva, comunicativa y sobre todo corporal. He aprendido que dejar el pañal no es control de esfínteres, ese es tan solo un efecto lógico del mismo.  Control de esfínteres es principalmente lo complejo que ocurre a nivel fisiológico en todo ser humano, en lo cual se entretejen historias, cambios significativos en la vida de los niños(as), los eventos familiares y el contexto escolar.

A partir de lo anterior, nace este relato en el que se vislumbra lo que por algunos años ha sido mi reto y pasión como maestra, lo que ha logrado descubrir la riqueza en las cosas pequeñas que ocurren en la escuela y que para muchos pueden pasar desapercibidas y poco importantes, cosas que han sido descalificadas de un currículo, de un pensamiento intelectual o reflexivo de la educación en edades iniciales.
Cada Semestre el grupo de Aventureros tiene la fortuna de contar con  niños y niñas en edades que oscilan entre los diecisiete (17) meses y los dos (2). Es una edad en la cual nuevos retos de desarrollo aparecen, tales como la progresiva adquisición del lenguaje verbal, el descubrimiento de nuevas posibilidades corporales y el desprendimiento del adulto para realizar algunas cosas que antes necesitaban de su ayuda, lo cual se ve principalmente marcado por el reto de controlar esfínteres y así decirle “adiós  a los pañales”.

Con el paso del tiempo he descubierto que controlar esfínteres es una tarea compleja para los niños(as), es una tarea que requiere de la compañía constante del adulto quien debe convertirse en un mediador más no “el controlador”; debe ser centro de confianza y un lector constante, detallado y  agudo del niño y de la niña en el proceso, condiciones que le permite intervenir con  tolerancia y cuidado. Pero para llegar a muchas de las construcciones que hoy en día he realizado y encontrar así una identidad como maestra en la acción pedagógica, he tenido que escribir mi propia  historia en el día a día, aprender de los aciertos y desaciertos, los cuales intentare dar a conocer en las siguientes líneas.

Cuando era una maestra principiante (…) mi interés primordial era llevar experiencias a los niños(as) en torno al lenguaje científico, de una forma divertida y lejana del interés que ellos aprendieran y memorizaran conceptos propios de éste. Así que me desenvolvía en el ambiente de ciencia con  niños y niñas desde un (1) año hasta los cuatro (4) años de edad. Lejos estaba de imaginar que dentro de muy poco tiempo estaría enfrentada a un nuevo reto a nivel profesional y sobre todo que mi interés por la ciencia estaba próximo a ser compartido con algo más.  Para ese entonces la maestra a cargo del grupo de Aventureros se iba de la institución, así que alguien más debía asumir este desafío. Y digo desafío porque en realidad para la mayoría de las maestras, ese grupo significaba un desafío ya que en esa edad debería darse inicio al control de esfínteres y me atrevería a decir que ninguna se sentía verdaderamente lista para ello.

Sugiero que esto se debía a que en la formación universitaria se suele invadir con varias teorías, pero pocas situaciones de la “vida real” de algunos procesos (…) que muchas veces se consideran socialmente deshonrosos y de los que a pocos les gusta hablar porque se consideran tareas que pueden desvalorizar el quehacer, tales como cambiar un pañal y  “sonar mocos”. Sin embargo,  desde mi perspectiva he encontrado que esto forma parte de la integralidad del docente y no desplaza ni su deber intelectual ni el reflexivo.

Así pues, con gran expectativa decidí postularme como aquella maestra titular del grupo de Aventureros. Ya para el segundo semestre del año 2006 me encontraba como maestra de 16 Aventureros que en su gran mayoría aún usaban pañal, pero sobre todo estaban acompañados de padres y madres que sentían la necesidad y el afán de que sus hijos e hijas lo dejaran muy pronto. Después de un mes de adaptación debería empezar el proceso de control de esfínteres con los Aventureros, como tradición a lo que se venía desarrollando en el grupo, así que la tensión era grande puesto que nunca había escuchado hablar del tema y mucho menos sabía como  se trabajaba en la práctica.

Pasado dicho mes de adaptación, desde lo poco que conocía y lo poco que había logrado documentar en  páginas de internet (única fuente a la que acudí en ese momento), la directora y yo nos  encontrábamos frente a padres y madres que esperaban ansiosamente una charla en la cual se les explicará cómo conseguir que sus hijos controlaran esfínteres. Para mi tranquilidad la directora fue quien orientó la charla de 20 minutos en la cual se dieron rápidamente los puntos centrales enfocados a un método que los padres y la maestra deberían seguir. Desde mi inexperiencia no fue mucho lo que aporté y tan solo apoyé la información que la directora expuso ante los padres, la cual se convirtió para mí en “la verdad” que orientaría gran parte de mi intervención más adelante.

El lunes siguiente (…), con un cuento titulado “Adiós, cacas, adiós” inauguré tan magno desafío al que se vería enfrentado el grupo a partir de ese día. Los reuní a todos en círculo y en medio de ellos empecé a leer. Muy atentos observaban el cuento y se entusiasmaban con lo que iban encontrando, luego de terminar la lectura, en palabras muy claras les dije: “hoy, de igual manera como nuestro amigo del cuento ustedes pueden quitarse el pañal, ponerse cucos y calzoncillos y las lindas sandalias que les compraron papá y mamá. Eso quiere decir, que ya no tendrían puesto el pañal y por  lo tanto habrá un nuevo lugar para hacer chichí y popó: El Vaso”. Todos y todas escuchaban y observaban atentamente mientras yo les mostraba ese nuevo elemento que estaría en medio del salón.

Diariamente después de tomar el refrigerio de la mañana, lo primero que hacíamos era llegar al salón en el que todos preparábamos aquellas condiciones adecuadas que invitaban a desarrollar un proceso de control de esfínteres: vestirse con el atuendo adecuado (sandalias, calzoncillos o pantys), alistar los vasos (bacinillas), entablar diálogos, entonar canciones, leer un cuento, una sutil invitación para sentarse en el vaso. Estas condiciones convocaban al grupo en torno a un nuevo suceso que empezaba a formar parte de lo cotidiano y significativo de las vivencias de la Escuela. 

Por lo general, a los niños y niñas les gustaba sentarse en los vasos “todos juntos”, compartir ese momento se convirtió en motivo de camaradería y cómodas conversaciones. Incluso aquel niño o niña que por algún momento se negaba a sentarse en el vaso, cuando menos lo imaginábamos estaba allí sentado(a) en medio de sus compañeros. Era en instantes como estos en los que como maestra y como adulto, debía estar siempre dispuesta observar con detenimiento las particularidades de cada niño(a) y las situaciones que detonaban avances o dificultades en el proceso. Esto permitía orientar mi intervención y acompañamiento.
Debo reconocer que algunos casos marcaron profundamente mi vivencia. En  medio de los muchos niños y niñas que pasaron por ella, particularmente recuerdo a una niña tímida a quien le costaba bajarse por si misma de las pequeñas sillas que teníamos en la Escuela, reto que para la mayoría de sus compañeros resultaba ser sencillo. Recuerdo que sus palabras aún no aparecían y eran pocos los gestos que usaba para responder a una pregunta o para expresar sus ideas; permanecía alejada de sus compañeros y muchas veces de los adultos que la acompañábamos.

Hasta ese entonces, una de mis teorías en torno al control de esfínteres decía que los niños(as) con estas características no lograban controlar rápidamente, contrario a quienes eran muy hábiles físicamente, comunicativos y sobre todo involucrados activamente con pares, adultos y en general en las dinámicas de trabajo que se proponían. Esta teoría estaba próxima a ser replanteada y alimentada con la confrontación de una maestra que hasta ese entonces subestimaba el valor de algunos procesos.

Cuando llegó el momento de iniciar el control de esfínteres, yo no era muy optimista frente al proceso de la niña, ya que pensaba que le costaría tanto como le había costado desenvolverse en el grupo y que duraría una “eternidad” sin llegar a avances significativos.  Pero una vez más el quehacer docente me daba una lección, sorpresivamente al cabo de unos días ella fue la primera de todos sus compañeros en controlar sus esfínteres y hacer chichí y popó en el vaso por iniciativa propia. Incluso llegaba a avisar a los adultos, con suaves palabras, su necesidad de hacerlo. Concluí que definitivamente en cuanto al trabajo con seres humanos especialmente con niños y niñas, nada es predecible. Viví lo que es verdaderamente “respetar el ritmo” de cada uno de ellos y concebí que el control de esfínteres definitivamente se da en el marco de la individualidad.

Pero no solo los niños y las niñas formaron parte importante de esta vivencia, también lo fueron los padres, las madres y los adultos significativos, quienes a su vez generaban una fuerte presión para que se diera inicio al control de esfínteres, presionados a su vez por algún familiar o un pediatra que desde su punto de vista médico concebía que los niños(as) en su totalidad, sin distinción en su proceso de desarrollo e iniciativa propia, si tienen dos (2) años de edad deben controlar esfínteres.
Teniendo en cuenta esas angustias y la inexperiencia para acompañar a sus hijos e hijas en el control de esfínteres, construí un taller de dos horas cuyo objetivo era que comprendieran la importancia de ver a sus hijos desde su particularidad y que se descargaran de todas sus tensiones con relación al proceso. Este taller se convirtió en un requisito indispensable para dar inicio al proceso en la Escuela, puesto que unificaba que tanto familia como Escuela fueran por un mismo camino compartiendo la responsabilidad en el acompañamiento a los niños y las niñas.

Con el paso del tiempo he visto satisfactoriamente cómo los niños y niñas alrededor de los dos años de edad en su gran mayoría logran llevar un proceso agradable gracias a la postura clara que han asumido la Escuela y las familias frente al proceso de control de esfínteres. Para los niños y niñas diariamente hay todo un ritual al ponerse su ropa interior, sus sandalias y sentarse en el vaso a intentar hacer chichí o popó en él y recibiendo con alegría un abrazo de sus compañeros, un aplauso de su maestra o sencillamente un “¡Ánimo, pronto lo lograrás!”. Diariamente he podido ver familias satisfechas porque le apostaron a un proceso desde la particularidad de cada niño y niña, desde la responsabilidad que implica y desde la satisfacción de ver avances significativos en la medida que se persevera, se tiene paciencia y se sabe acompañar con amor.  De igual manera, he podido evidenciar un impacto en la Escuela Maternal, pues se han hecho construcciones en torno al control de esfínteres desde lo que ha brindado la experiencia, las cuales han contagiado al equipo, han sido valoradas y se han visto reflejadas en los procesos de la mayoría de los niños y niñas a medida que avanzan de grupo.  
Más allá de todas estas satisfacciones, una de las mayores fue plantear el tema de control de esfínteres desde el plano educativo y no dejarlo tan solo en manos de una disciplina científica o de médicos que aunque hagan planteamientos importantes, desconocen las particularidades, realidades y necesidades de los niños y niñas esenciales en la potencialidad del desarrollo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario